sábado, 5 de junio de 2010

Directed by 4: MONÓLOGO DE UNA AMA DE CASA (Lalo Martín)

Nombre: MONÓLOGO DE UNA AMA DE CASA

Directed by Lalo Martín

Género:
Drama

Elenco:
Maribel Verdú – Begoña

Con la colaboración de:
·        Marisa Paredes – Chelo
·        Andrea Duro – María
·        Mario Marzo – Daniel

Tema musical:
“Se acabó” de Merche - Click


Sinopsis:
Es un día cualquiera en la vida de Begoña, una ama de casa con una vida rutinaria y en la que nunca pasa nada nuevo. Sus hijos y su marido son su vida y a ellos se dedica por completo.

Argumento:
Pi pi pi pi pi... son las 7:30 de la mañana y suena el despertador.
- Uff... si es que ya me levanto cansada. Y total, otro día más, sin ninguna novedad y con la misma rutina de todos los días.
Begoña se levantó de la cama, todavía medio dormida y con los ojos a medio abrir, y se dirigió al cuarto de baño, que se encontraba a unos pocos pasos de la cama y sin salir del dormitorio. Después de desnudarse, se metió en la bañera y cerró la mampara.
- ¡Maldita ducha! ¡Echa agua caliente! Me cago en...
Los problemas con el agua eran constantes debido a las obras que se estaban realizando en la calle como parte de un plan del gobierno para revitalizar la alicaída economía debido a la crisis. Ante esta situación, Begoña se vio obligada a salir de la bañera, comenzando el día de mal humor.

Envuelta en una toalla, se puso enfrente del espejo dispuesta a repetir su ritual diario de cremas de belleza: hidratante, reafirmante, nutritiva, exfoliante, antiarrugas... vamos, todas las “anti” que haya en el mercado. Poco le quedaba para terminarlas y tenía que aprovecharlas hasta el final. A continuación se dispuso a peinarse, encontrando algo que empeoró su mal humor: canas.
- No puede ser. Por Dios. Si todavía soy joven, apenas tengo... – dijo, sin terminar la frase, al llenársele los ojos de lágrimas dándose cuenta de que el tiempo no se para y pasa para todos por igual.
Después de unos minutos de desahogo, se dirigió al armario, donde no encontraba nada para ponerse.
- Si es que tendría que irme de compras, pero ahora no es el momento para derroches. Algo encontraré, seguro. Además tengo la misma talla, así que la ropa tiene que servirte, ¿eh, Begoña?
Después de estar largo tiempo revolviendo en el armario buscando algo para ponerse, al fin se decidió por dos prendas de lo más sencillas: una camisa azul y un pantalón vaquero.
- Después de comer ya ordenaré un poco el armario, que está hecho un cristo. No hay Dios que encuentre nada.
Una vez estaba vestida, se puso a hacer su cama rápidamente para preparar los desayunos de sus hijos, ya que si no tenían el desayuno en la mesa cuando se levantaban, iban sin desayunar. Viendo que eran las 8:20 y no había ni rastro de ellos, se dirigió a sus habitaciones.
- ¡Arriba! Venga que se os va a hacer tarde. – les grita - Claro os quedais hasta las tantas viendo la tele o chateando en el ordenador que a la mañana no hay quien os levante. Todos los días igual: por la noche no tienen sueño, pero por la mañana... – continuó para ella.
Una vez que ya se habían levantado, desayunado y se habían ido al instituto, Begoña se quedó sola en casa. Tras recoger las tazas del desayuno y dejarlas en el fregadero, fue a hacer las camas de sus hijos,  ya que, aunque les había dicho una y mil veces que hicieran la cama antes de irse, no había manera de que lo hiciesen.
- Siempre tengo que hacer yo todo, porque Juan no puede hacer nada. Él se va a trabajar y listo, ya lo tiene todo solucionado. Y de María y Daniel ya ni hablemos. ¿Hacer ellos algo? Por favor, que igual se le caen los anillos que no tienen. – hablaba de su marido y sus hijos al respecto de lo poco que la ayudaban en las labores domésticas. – Vale que yo ahora estoy en paro y puedo llevar toda la casa, pero es que tampoco se me valora. Ah, ¿que eso es trabajo? Me dicen los muy... vale que no es que sea un palacio (mide unos 90 m2), aunque lo parezca comparados con los zulos de 25 m2 que quiere hacer el Ministerio de Vivienda, pero dá su trabajo. – se decía en voz alta mientras pasaba la aspiradora y limpiaba el polvo.
En mitad de la limpieza, sonó el teléfono.
- ¿Si?
- ¿Bego? Soy Mari. Te llama porque estuvimos hablando Saúl y yo de ir a comer la croca el domingo, ¿qué te parece?
- No sé, lo tengo que hablar con Juan, a ver qué dice...
- Por cierto, ¿te enteraste lo que le pasó a la mujer de Sonia?
- No, y luego, ¿qué le pasó?
...
Después de estar una hora y media colgada del teléfono hablando/cotilleando, terminaron con la conversación.
- Bueno, pues ya te llamo a la noche, después de hablar con Juan, y sinó, te llamo mañana.
- Vale. Chao, chuli.
- Chao.
Begoña terminó de pasar la aspiradora y, acto seguido, miró el reloj.
- ¡Ay, Dios mío! ¡Qué tarde se me ha hecho! Y todavía tengo que bajar a hacer la compra. Pero, ¿qué voy a hacer hoy de comer? A ver que hay en la nevera... esto no, esto tampoco, esto para mañana... Si es que ya no sé qué voy a hacer para no repetir comida, porque todos los días el mismo problema y, si por lo menos María y Daniel comieran de todo, pero no, ellos son muy finos y no pueden comer como los demás. Pues hago unas milanesas de pollo con arroz y ya está. No me voy a complicar la vida.
En la calle de al lado, había un pequeño ultramarinos que era regentado por un matrimonio con el que tenían una amistad de años.
- Buenos días, Chelo.
- Buenos días, Bego. ¿Qué tal?
- Bien, ya ves, por aquí, a comprar unas cosas que me hacen falta.
- Muy bien. ¿Y qué tal los chicos? ¿María y? ¿Diego?
- No, Daniel. Están como siempre, hija mía. No hay quien los aguante. Estoy deseando que pasen la edad del pavo, porque me tienen loca.
- Si, aún me acuerdo cuando nuestra Lucía estaba en esa edad. Menos mal que después se les pasa y todo queda en el recuerdo.
- ¿Qué está haciendo?
- Pues está en el Hospital Provincial de prácticas.
- No veo yo a mi María ni a mi Daniel haciendo una carrera. Son muy vagos los dos. Lo único que saben hacer es discutir, criticar y salir con los amigos. Porque estudiar, no estudian nada. Pero cuando vengan las notas, Juan los va a poner a andar. Ya verás. – le contaba Begoña mientras iba cogiendo lo que necesitaba.
- ¿Juan?
- Si, porque a mí no me hacen ni caso. Ya sabes que siempre les di demasiada cancha porque no quería que tuviesen una infancia rígida ni aburrida como yo. Sólo quería que lo pasaran bien. Y es importante, pero con unos límites. Me equivoqué. Quise ser su amiga y ahora es tarde. Si es que no se puede ser amiga de los hijos. Si eres su madre, eres su madre, no su amiga. – contaba mientras colocaba los últimos productos encima del mostrador.
- Eso nos ha pasado a todas. No te preocupes. ¿Algo más?
- Si, dame una pechuga de pollo en filetes.
- ¿Algo más? – repite Chelo tras cortar en filetes la pechuga de pollo.
- No, cóbrame así.
Tras llegar a casa de la tienda, colocó en la alacena las pocas cosas que había comprado y dejó los filetes que había comprado rebozados en huevo en la nevera mientras se puso a preparar el arroz.
- Con lo rico que está el arroz en la paella. Pero no. A los niños si no es blanco, no les sirve. Lástima que en el colegio no tenían comedor, si no hubiesen ido de cabeza, porque me sacan de quicio. Los ponen ahora que ya no les afecta, aunque bueno, ponerlos sin tener dinero para mantenerlos, es lo mismo que no ponerlos. O incluso peor. Si es que los políticos mucho prometer, pero a la hora de hacer, nada de nada.
Eran casi las 14:30 cuando volvió a sonar el teléfono.
- ¿Si?
- Mamá, que Dani y yo no vamos a comer, que nos quedamos en casa de Paula y Jesús.
- ¿Y me llamas ahora? Además, ¿quien os ha dado permiso?
- Ya, ¿eh? No te pongas como loca, que solo vamos a comer un día fuera, porque por la tarde tenemos que preparar un trabajo. Y no llamé antes porque estaba en clase y siempre me dices que en clase tenga el teléfono apagado.
- Bueno, pues portaos bien y, ¿María? ¿María? Ya me colgó. Para no llamar a su madre, me hace caso la muy condenada, como le conviene... si fuera para hablar con una amiga, fijo que lo encendía. Si es que son la leche. Y ahora, ¿qué hago con la comida? Todo listo y no vienen. Cría cuervos... bueno ya, Begoña, por Dios, que son tus hijos.
Con la comida preparada y sola en casa, se dispuso a comer. Acto seguido, recogió la mesa y, tras aclarar la vajilla, la cubertería y demás instrumentos de cocina, los fue colocando en el lavavajillas.
Una vez que había terminado de limpiar la cocina decidió sentarse a ver un rato la televisión, aunque sin prestarle demasiada atención al estar ensimismada en sus pensamientos.
- Ya son las 16:15 y las chicas deben estar en “El cafetal” (nombre de una céntrica cafetería a la que acuden sus amigas y ella misma cuando puede), pero claro, ellas tienen la suerte de tener quien les haga las tareas de la casa, ya que si no tienen a la suegra, tienen a la madre y si no, tienen una empleada. Y encima ahora, con la crisis, estoy en paro y no puedo permitirme ni ir a tomar un café con unas amigas.
En ese momento fija su mirada en la televisión, en uno de esos magazines de tarde que destripan cualquier noticia del corazón y, acto seguido, vuelve a sus pensamientos.
- Si es que hoy en día cualquiera sale en televisión. Te lías con un famoso y listo. Y si tienes una hija, ya ni te digo. Tiene para vivir, yo qué sé, diez años. O más. Yo no valdría para estar todos los días discutiendo y creando polémicas, ni vendiendo mi vida personal y estar: ahora me separo, ahora me reconcilio, ahora me vuelvo a separar, ahora me vuelvo a reconciliar. Por favor. Pero la culpa es de la gente que lo ve, que sigue las aventuras de todas estas petardas y petardos. En fin. – termina y apaga la televisión.
Begoña se levanta y va a sacar la ropa blanca de la lavadora que había puesto el día anterior y poner otra lavadora con la ropa de color. Antes de esto, recogió la ropa que tenía tendida y que ya se había secado y así dejar sitio para tender la otra colada.
Con la ropa recién recogida aprovechó para, además de guardarla, ordenar el armario que había dejado pendiente por la mañana. Empezó por la ropa de sus hijos.
- Tengo que comprarle un par de pantalones, a ver si así cambia un poco y no pone seguido el mismo, que parece que sólo tiene ése. Eso sí, como me haga lo de siempre y lo deje en el armario sin usar, lo mato. Si es que este pantalón está nuevo. – comenta mientras coge uno de los pantalones que Daniel tiene en su armario.
A continuación lleva la ropa al armario de María.
- Esta muchacha no tiene espacio para nada. Ya me hubiese gustado a mí tener toda esta ropa. ¡Qué digo toda esta ropa! Con la mitad me sobraba. – dice mientras hace hueco para guardar un par de camisetas - ¿Y esta falda? Pero si se la había tirado... encima de que no ayuda, viene detrás de mí deshaciendo lo que yo hago. Pues ahora sí que va para la basura. – sentencia enfadada.
Después de guardar la ropa de sus hijos, tenía que guardar la suya. Aunque primero empezó sacando todo lo que había dentro para dejar el armario bien ordenado. Después de sacar la ropa que estaba delante pudo ver que detrás, en el fondo, medio escondido, había una caja que no había visto nunca.
- ¿Qué es esto? – se preguntó extrañada. – No puede ser. – se dijo, mientras le empezaban a caer lágrimas de los ojos - No puede ser que me haya hecho esto. Se acabó. Ya estoy cansada de ser una buena esposa, una buena madre, una buena amiga, una buena hija, una buena amante... ¡Estoy hasta los ovarios! Se acabó.
Cogió una maleta y metió dentro parte de su ropa sin ningún tipo de colocación ni cuidado: tal cual la cogía, la metía. Sin más.
A continuación, fue decidida a la habitación de María y, tras coger un folio y un bolígrafo, se dispuso a escribir:
“Querido Juan:
Sé que te va a extrañar esta carta, pero no puedo más. No soy feliz. Siento que el tiempo pasa y yo no hago nada, siempre con la misma rutina, aquí, encerrada en casa. Siento que estoy perdiendo los mejores años de mi vida, o tal vez ya los he perdido, pero por lo menos quiero intentar hacer algo que se salga de lo común, que me haga sentirme plena, feliz, satisfecha conmigo misma.
Espero que algún día me puedas perdonar, como espero poder hacerlo yo también, porque ahora no puedo.

Te quiere,
Begoña.

P.D.: diles a los chicos que son lo mejor que me ha pasado en la vida y que siempre los voy a tener presentes en mi vida. Los adoro”

Una vez había terminado de escribir la carta, dobló el folio por la mitad y escribió por fuera “Para Juan”. Lo cogió y se dirigió a su habitación, totalmente abatida y con lágrimas en los ojos. Dejó la carta encima de la cama, cogió la maleta y se dirigió hacia la puerta, abriéndola con firmeza y echando la vista atrás. Tras pasar la mano por debajo de los ojos para secarse las lágrimas, cerró la puerta.

FIN

Anexo:
Los temas musicales se escuchan en los siguientes lugares:
·        “Se acabó” de Merche, en la escena final (tras terminar de escribir la carta) y en los créditos finales.

5 comentarios:

  1. Pues una obra redonda, el personaje de Begoña es muy interesante y se lo describe bien; aunque me hubiera gustado ver un poco más en la relación de ella y su familia, y me quede con ganas de saber qué había en aquella caja... pero creo que está correcta.

    ResponderEliminar
  2. Se podría decir que es un unipersonal que deja con toda la carga dramática e interpretativa a Verdú, que por algo esta nominada ;-)
    Algo díficil de lograr para que no suene forzado, pero con la elección de Verdú, eso esta salvadisimooo.
    Yo también me quedé con ganas de saber que había en la caja.

    ResponderEliminar
  3. Me gusta esa pequeña crítica a la situación actual de la sociedad y la economía española. Me gusta también esos diálogos tan reales entre vecinas... Verdú está perfecta, se merece la nominación. Menudo final...

    Saludos y suerte, Lalo!

    ResponderEliminar
  4. Que había en la caja? (Uno de los misterios del 4to DB) Tal como dice Xaviel Vidal, es una crítica a la sociedad y economía, pero no solo española. Que aquí en México la situación es muy similar. Una muy merecida nominación para Verdú, que prácticamente la película es ella.

    ResponderEliminar
  5. Gracias por vuestros comentarios. El contenido de la caja lo dejo a imaginación de cada uno...

    Saludos!!!!!!!

    ResponderEliminar