sábado, 24 de abril de 2010

Directed by 4: LA CANCIÓN DE LOS ÁNGELES (Alvaro Casalino) - Perú

Titulo:   La canción de los ángeles

Director: Alvaro Casalino

Género: Fantasía/ Animación/ Drama/Familiar

Elenco: Voces de:
Edward Asner (Claus Wilhem, de viejo, de niño la voz es de Barney Clark, y de adulto la hace Charlie Hunman)
Colin Firth (Daniel Wright)
Emily Walton (Matilde)
 Keira Knightley (Mary)
Robin Williams (Allan Woods)
 Ryan Ochoa (Niño)

Musica:
Ihr Kinderlein Kommet (Wiener Sängerknaben)- Christoph von Schmid) – Click

Little wooden head- Paul J. Smith - Click

Opening- Merry go round of life-Joe Hisaishi - Click

Debussy-Clair de Lune - Click

Pavane pour une infante defunte- Maurice Ravel - Click

"Träumerei"- Schumann - Click

Mille Cherubini in coro-Schubert (Tema principal) - Click

Mille Cherubini in coro- (Interpretación de Andrea Boccelli) - Click


Argumento:
Los copos de nieve comienzan a caer como pétalos sobe un pequeño pueblo; a esta hora las gentes recién salen de sus camas; los primeros son salir son los niños, que llevan consigo sus trineos…Algunos juegan a tirarse bolas de nieve, otros hacen graciosos muñecos con la ropa de sus padres…En una de las casas, un niño es despertado a lamidos por su perro, un enorme pastor alemán.
-Ya, ya Flecha… ¡En seguida me levanto!- responde el niño perezosamente.
Pero el perro le obliga a levantarse y ver a través de la ventana. Con gran emoción, el niño ve como el pueblo ha quedado cubierto de nieve…El niño se cambia rápidamente de ropa y baja corriendo las escaleras, acompañado por el perro. En la cocina, sus siete hermanos, más pequeños que él, están desayunando, junto a su padre, llamado Daniel.

-No comas tan rápido, Elliot- advierte la madre del niño, al ver la prisa con la cual este come el desayuno.
El niño se disculpa, pero es que está muy apurado por salir afuera, a jugar con sus amigos. “Si no voy, Peter va a empezar a decir a todos los chicos que yo tuve miedo de salir a jugar, porque estaba seguro de que él iba a ganarme en una competencia de trineo. Si él hace eso, yo juro que…
-¿Qué te he dicho de andar peleándote, Elliot?
El niño se avergüenza un poco, y  repite en voz alta la enseñanza de su madre: “Nunca hay que pelear por cosas que no tienen importancia.” Daniel sonríe y acaricia la cabeza del niño.
-Vamos, Mary…Elliot se ha portado muy bien todo el año. No es necesario que lo resondres. Él no se va a pelear. Ve a jugar con tus amigos, hijito.
El niño está fuera de sí de la alegría. Se levanta y abraza a su padre.
-¡Gracias, gracias, papá!- dice el niño y  se despide de sus padres. Toma su trineo en sus manos, y se despide de sus hermanos. Flecha ladra alegremente a manera de despedida.
-Yo también debo irme- dice Daniel, luego de ver el reloj de madera colgado en la pared.
Mary y los niños se despiden afectuosamente de Daniel; Sara, la menor se abraza tan fuerte a su padre, que Mary tiene que intervenir para ayudar al pobre Daniel, incapaz de romper ese abrazo.
Daniel camina por el pueblo antes de llegar a su trabajo. Cubierto por el manto de nieve, el pueblo parece un lugar de ensueño. Algunos niños hacen muñecos de nieve, todas las personas hacen sus preparativos para la Navidad…Uno de los niños, lanza por accidente una bola de nieve a Daniel. Temeroso de haberlo ofendido, el niño no sabe qué hacer. Pero Daniel se ríe, y luego de limpiarse la nieve del sombreo, recomienda al niño tener más cuidado.
 Antes de llegar a la imprenta en donde trabaja, Daniel pasa por una pequeña  tienda de juguetes. Los niños observan, con el rostro pegado en los vidrios, los hermosos juguetes exhibidos. Están esperando el momento en el cual la tienda se abra. El ruido de una campanilla anuncia que ha llegado el momento. Un señor de espesa barba blanca y amable expresión se sorprende de ver a tanta gente reunida.
-¿Han estado esperando afuera todo este tiempo?...Ah…Perdóneme…No quise hacerlos esperar…
-No hay ningún problema, señor Wilhem…-dice la madre de uno de los niños, al momento de entrar en la tienda. Los niños ríen y señalan los juguetes que desean para la Navidad.
-¡Ah! ¡Hola, Daniel!- dice el anciano.- ¿Cómo estás?
-¡Excelentemente, señor Wilhem!- responde Daniel, alegremente.
La campana de la iglesia hace volar lejos a unas palomas.
Daniel acelera el paso. Se le está haciendo tarde para el trabajo. Wilhem ríe en voz baja. Luego suspira, mirando al hermoso cielo azul.
-Gracias por este nuevo día, Señor.- dice.
Daniel llega a la imprenta, pero ha llegado tarde. Espera que su jefe, el señor Harwood, no se dé cuenta. Pero el señor Harwood está detrás de él, justo cuando Daniel cree estar a salvo. Tiene el ceño fruncido, y su enorme bigote está erizado, como el pelo de un gato. Con su mejor cara de ogro, dice:
-¡Wright! ¡Tarde otra vez! ¡Ya es la tercera vez en este mes, solamente!
-¡Perdóneme, señor Harwood! Lo que pasa es que…
De pronto el señor Harwood y los compañeros de Daniel rompen en carcajadas. Daniel está desconcertado.
-No pasa nada, Daniel.- Dice Harwood, palmeando el hombro de Daniel- Aquí ya nos hemos acostumbrado a sus tardanzas. Vaya a trabajar de una buena vez.- Harwood se pone serio y apunta con el dedo-¡Pero que no se vuelva a repetir!
Una vez más, el viejo señor Harwood es incapaz de contener la risa.
El día transcurre tranquilo, entre risas y pequeñas bromas de los compañeros. Al término de la jornada, Daniel se despide de sus amigos, y pasa delante de la pequeña tienda de juguetes del señor Wilhem. Las luces aún están encendidas, y los hermosos juguetes colocados en el mostrador parecen saludar a Daniel con su música y su sonrisa.
Buenas noches, Daniel- dice el anciano señor Wilhem, apareciendo detrás de Daniel- Ya estaba a punto de cerrar la tienda.
-Sí…Yo sólo estaba mirando…
Los dos conversan un breve momento. Daniel pregunta al señor Wilhem si este año también se irá de viaje antes de la Navidad, tal como hace cada año. El señor Wilhem responde afirmativamente. “Pero estaré de vuelta para la fiesta de Nochebuena. Se lo prometo.”
-No hay problema, señor Wilhem.
Daniel advierte una extraña tristeza en el anciano. Sin embargo, Daniel no se atreve a preguntarle nada. Luego de desearle las buenas noches, se despide del señor Wilhem y regresa a su casa. A solas, el señor Wilhem apaga las luces de su tienda.
El domingo, toda la familia Wright está ayudando a preparar la iglesia para la celebración de la Nochebuena, la cual será dentro de pocos días. Daniel pregunta a su amigo,  el doctor Woods, sobre la salud del señor Wilhem.
-¡Ah! Vaya uno a saber…Más de una vez le he recomendado al señor Wilhem venir a mi consultorio, para hacerse un chequeo…Y todas las veces, el me responde, con el mismo tono bonachón: “No se tome molestias por mí, Allan; que yo estoy fuerte como un toro” y esboza en su rostro una sonrisa, como para convencerme de que no miente…
-El señor Wilhem es una persona especial…
-Tal vez. Pero el hombre no es de piedra: ¡A su edad, uno no debe trabajar tanto, ni mucho menos viajar, sin contar con el apoyo de ningún familiar! (Se vuelve hacia Daniel) ¿Acaso conoce usted algún pariente del señor Wilhem, alguien que pueda hacerse cargo de él?
Daniel no conoce a ningún pariente del señor Wilhem. Reflexionando, se da cuenta de que sabe muy poco de ese amable señor…Los niños hacen un desorden al momento de colgar las coronas navideñas y decorar el árbol. Mary se acerca a su padre:
-¿Algo te preocupa, papi?- dice la niñita.
-No, Mary. Estoy bien.- responde Daniel, y le da un beso en la frente- Anda, ayuda a tus hermanos.
A la mañana siguiente, Daniel encuentra la tienda del señor Wilhem cerrada.
-Siempre hace lo mismo todos los años…-dice el señor Harwood-Claus Wilhem Se desaparece por uno o dos días… ¡Y siempre vuelve a aparecer para Nochebuena, como San Nicolás!
Uno de los trabajadores de la imprenta ríe.
-Cuando yo era niño, creía que el señor Wilhem era de verdad San Nicolás…
La imprenta cerrará dos días antes de la Nochebuena. El señor Harwood invita a todos sus trabajadores a tomarse un trago de cerveza a la taberna. Daniel le agradece el gesto, pero dice que él no bebe. Harwood le encarga cerrar la imprenta. Daniel obedece.
Cuando sale de la imprenta, ya es de noche. Mientras recorre el camino de regreso hacia su casa, pasa por la tienda del señor Wilhem. Está cerrada todavía. Daniel se da cuenta de que ha comenzado a nevar de repente. Una voz familiar dice su nombre.
-Daniel…
Daniel se da media vuelta. Detrás de él, está el señor Wilhem. Pero su aspecto es distinto al de días anteriores. Parece muy cansado, melancólico. Una profunda tristeza aparece dibujada en sus ojos. Entonces, antes de que Daniel atine a hacer nada, el señor Wilhem se desploma. Daniel corre a ayudarle. Daniel levanta al señor Wilhem, y consigue hacer que recupere el conocimiento.
Daniel lleva al señor Wilhem hasta la trastienda, en donde se encuentra el dormitorio del anciano. Le ayuda a acostarse en su cama y prepara una bebida caliente para el enfermo. El señor Wilhem asegura a Daniel que ya está mejor, que no se tome tantas molestias por él…Sin embargo, Daniel insiste en salir a buscar al doctor Woods; le dice al señor Wilhem que no se mueva y que espere hasta el momento en el cual regrese con el doctor.
De tanto correr en medio de la noche, Daniel casi se tropieza. Pero sigue hasta la casa del doctor Allan.
-¡Doctor! ¡Doctor!- dice Daniel, tocando la puerta- ¡Ábrame la puerta, por favor!
El doctor Allan abre la puerta. Está en camisón. Los enormes lentes que lleva le dan un aire caricaturesco.
-¿Qué es lo que pasa, Wright? ¿Por qué está despierto a estas horas?
-¡Es el señor Wilhem! ¡Tiene que venir a ayudarme…! (Daniel toma del brazo al doctor)
Allan: ¡Espere!¡Déjeme ponerme un abrigo, siquiera!
Cuando el doctor está listo para salir, los dos van rápidamente hasta la tienda del señor Wilhem…
-¡Le dije que tenía que hacerse un chequeo! Estas gentes…No se cuidan y después cuidan al médico.
Pero cuando llegan a la tienda, Daniel y el doctor se dan con la sorpresa de que el señor Wilhem está tan sano y radiante como en los días anteriores.
Wilhem: ¿En qué puedo atenderlos, caballeros? (El doctor Allan mira a Daniel con el ceño fruncido)
Daniel: Pero…usted…Usted estaba…
Wilhem: Yo le dije que estaba bien, Daniel.
Doctor: ¿Qué es esto? ¿Una broma?
Luego de que el señor Wilhem les explicase a los dos que todo está bien, y que no tienen nada porque preocuparse, les da las buenas noches, y cierra la puerta de la trastienda. Los dos hombres regresan muy desconcertados a sus casas. En la casa, todos estaban muy preocupados porque Daniel aún no había regresado. Una vez Daniel les explica todo lo que pasó, los niños pueden por fin irse a dormir. Mary abraza a Daniel:
-¡Por favor, no vuelvas a preocuparme así!
Daniel le da un beso y le promete que no volverá a retrasarse. Esa noche, Daniel permanece despierto, pensando en el extraño suceso ocurrido. Por fin, a la mañana siguiente, Daniel Y Mary llevan a los niños hasta la tienda del señor Wilhem, para que elijan sus regalos navideños. Una vez en el lugar, Daniel aprovecha la oportunidad para conversar con el señor Wilhem, mientras los niños contemplan los juguetes.
-En fin…-Suspira el señor Wilhem- Supongo que alguien tenía que saberlo, tarde o temprano…Pero es una larga historia… ¿tendrá usted tiempo para escucharla?
Daniel asiente. Una vez los niños eligen sus juguetes para Navidad, Daniel le pide a Mary que lleve a los niños a la casa, mientras él conversa un rato con el señor Wilhem. Una vez están solos, y luego de dudar unos instantes, el anciano saca, de entre unos viejos juguetes una caja de madera, en la cual está una pequeña bailarina de cuerda. Cuando Claus Wilhem la hace bailar, una hermosa melodía brota de de una pequeña caja de música que sirve de soporte para la bailarina. El nombre “Matilde” aparece escrito en el soporte de madera.
-¿Quién es Matilde, señor Wilhem?- pregunta Daniel.
Entonces el señor Wilhem comienza a contar su historia:
El señor Claus Wilhem nació en un país lejano, sumido en la pobreza y la miseria luego de la última guerra. Sus padres, en busca de un futuro mejor para su pequeño hijo recién nacido, se aventuraron a viajar hacia el extranjero, sólo para encontrarse con una realidad bastante difícil: Durante un breve lapso de tiempo, su padre y su madre trabajaron en una fábrica. Pero el ritmo de la ciudad era demasiado difícil para ellos, y fueron despedidos. A fin de no morirse de hambre,  los dos forasteros tuvieron que mendigar en la calle.
Una noche, sin tener ningún lugar adonde ir, los dos padres fueron y se sentaron en el pórtico de una casa, resguardando a su pequeño bebé del frío con unas mantas. A la mañana siguiente, el dueño de la casa (En realidad, era una tienda de relojes) indignado por la presencia de los dos vagabundos en la puerta de su tienda, se dispuso a echarles. Pero ellos no reaccionaron. Al apoyar su mano sobre sus hombros, el dueño de la tienda se dio cuenta de que los dos jóvenes padre habían muerto de frío esa noche. Sin embargo, el llanto de un bebé todavía podía escucharse desde el refugio de unas mantas. El pequeño Claus Wilhem había sobrevivido a esa terrible noche, gracias al sacrificio de sus padres.
Para el dueño de la tienda de relojes, un suceso tal sólo podía tratarse de un milagro. En la siguiente escena, se muestra el funeral de los padres del señor Wilhem (El cual se realiza en las afueras de la ciudad) el dueño de la tienda de relojes, llamado Albert Wilhem (De quien Claus Wilhem tomaría su apellido, al volverse este el padre adoptivo de Claus) Luego del sombrío espectáculo conformado por el sepulturero, las lloronas y el sacerdote, Albert Wilhem conversa con un tal Finsberry, sobre sus intenciones de adoptar al hijo sin nombre de aquellos dos desafortunados.
Finsberry:(con desdén) ¿Para qué tomarse tantas molestias? ¿No hay casas de adopción en donde se supone, deben estar los hijos de esas gentes?
Albert: Sí, los hay efectivamente, pero no enviaré al niño a ninguno de esos establecimientos. En todos casos, ¿A usted que le importa lo que yo haga? No es asunto.
Finsberry: Efectivamente, no es mi asunto…Es simple curiosidad… (Burlón) Por saber, que hará usted…con…ese pequeño “milagro”. ¿Criarlo como su hijo?
Albert: Sí,  eso es precisamente lo que haré. ¡Buenas tardes! (Se aleja)
Albert Wilhem tiene que arreglárselas para criar al pequeño Claus. Él observa con curiosidad el trabajo realizado por su padre adoptivo; una tarde, se escapa del cuarto en donde lo cuida una vieja criada, y entra al taller de Albert, lleno de relojes, del piso al Cielo raso. Al pequeño le fascinan sus variados colores y formas; en verdad, como si se tratasen de juguetes, los relojes parecen cubiertos por una magia especial.
Como juego, comienza a manipular las herramientas del taller, y las usa en un enorme reloj. Albert descubre espantado al pequeño manipulando las cosas, ese reloj era justamente un trabajo encargado por unos señores adinerados. Ahora le preocupa que el niño lo haya roto. Pero, para su sorpresa, este vuelve a funcionar nuevamente. Aquella afortunada coincidencia lleva al señor Albert a pensar que Claus es un niño especial.  Por esa razón, el pequeño Claus termina siendo enviado a la escuela desde muy temprana edad…
Daniel:(interrumpiendo la narración) Me imagino que usted era buen estudiante.
El señor Wilhem ríe.
-¡Claus Wilhem!-grita el profesor-¡Durmiendo otra vez en clase!
Los niños estallan en carcajadas, mientras el pequeño Claus se levanta desconcertado. Claus no era un estudiante muy aplicado que digamos; rara vez estudiaba, y encima se peleaba constantemente con sus compañeros de clase, razón por la cual constantemente era castigado tanto por los profesores como por su padre adoptivo.
Sus cualidades le hacen ser diferente, y por esa misma razón, no tiene ningún amigo.
Una tarde, luego de haberse peleado con uno de sus compañeros, había quedado con el uniforme hecho jirones. Decidido a no volver a su casa, se queda dormido en un pórtico de una vieja casa. Una niña pequeña, con un cesto de flores le despierta y le dice que no debe estar en ese lugar. Antes de que Claus le pregunte la razón, la voz amenazante de unos delincuentes se oye cerca de ellos. La niña toma a Claus de la mano y lo conduce a través de las calles de la ciudad, alejándose a toda prisa de aquellos hombres terribles.  La ciudad, con sus inmensas calles y su variopinto conjunto de habitantes pasan delante de los asombrados ojos del niño en el momento en el cual los niños hacen ese recorrido. Por fin, la niña se detiene y dice que ya están a salvo.
Claus:(respirando agitadamente) ¿Quiénes eran ellos?
Niña: ¿No lo sabes? Son unos delincuentes. La casa en donde tú te había echado a tomar la siesta es su refugio, en donde juntan todo lo que roban y reparten el botín entre su jefe…
Claus: No, no lo sabía…De saberlo… ¿Crees que hubiera hecho algo tan estúpido? Pero… (Extiende la mano a la niña) Entonces yo te debo la vida. Muchas gracias…
La niña se presenta como Matilde, devuelve el saludo a Claus. Sin embargo, la niña camina un poco raro. Cuando Claus le pregunta la razón, Matilde le muestra su zapato, el cual tiene un enorme agujero.
Claus: ¿Por qué no le pides a tu papá que te compre unos zapatos nuevos?
Matilde: Mi papá no tiene  mucho dinero. Tampoco mi mamá. Mi mamá dice que tenemos que ahorrar dinero, para mi hermano menor, Joel…
Claus: ¿Por qué?
Matilde: No lo sé bien…A veces le da fiebre…Otras veces se pone a toser…
Claus se lleva a Matilde hasta su casa, llevándola cargada en su espalda. Así es como el niño entra a un sector bastante más pobre y sombrío de la ciudad, en el cual los mendigos y desvalidos se arremolinan en las calles. Y muchos de ellos son niños, niños muy pequeños, algunos incluso más jóvenes que Matilde.
-Esa es mi casa- dice la niña, señalando le puerta de un edificio oscuro. El humo de las fábricas ha tornado negras sus paredes. Luego de despedirse de Claus, Matilde va hacia su casa. Claus, por su parte, no está muy seguro de cómo regresar hasta la tienda del señor Wilhem. Cuando llega, es casi de madrugada. El señor Wilhem está despierto, esperándole. Luego de darle un buen sermón, le castiga, encerrándole en su habitación. Claus, sentado en su cama, está molesto por el castigo, pero esa noche sólo piensa en Matilde y en la vida que tienen muchos niños como él, en aquellos barrios oscuros.
-Desde ese día- Explica Claus en el presente- Me vi forzado a ver a la cara a muchas personas en las cuales jamás había reparado antes…Mirarlas de frente y adivinar las historias que llevaban escritas, así fuesen dolorosas.
 En los día siguientes, el pequeño Claus retoma su rutina habitual, pero viendo a la ciudad y sus habitantes de una forma distinta. Por un tiempo, piensa que no volverá a ver a Matilde. No obstante, una tarde, cuando regresa del colegio, una voz le llama. El niño se voltea, y la vuelve a ver, tan alegre y dulce como la primera vez. Ella le ha reconocido…Le dice que se olvidó de darle las gracias por el favor que ole hizo, pero Claus eso no fue nada. Más bien está contento de ver a Matilde, la cual se convierte en su primera amiga. Cada día, después del colegio, Claus acompañaba a Matilde hasta su casa, aprendiéndose el camino de memoria. Claus empieza a cuidar de la niña como si fuese su hermana menor; en una de sus conversaciones, se entera de que la niña no sabe leer. Entonces él promete ir todos los días a su casa para enseñarle. Matilde se alegra mucho de esto, pero Claus debe afrontar una situación bastante difícil en su casa, dado que no sabe cómo explicarle  a su padre adoptivo las constantes tardanzas y la desaparición del dinero y los regalos que él le da. En realidad, Claus se los ha dado a su nueva amiga, pero no dice nada a Albert. Este se enfada con él y le castiga. Aún así, la situación se prolonga por varios días.
Durante la primera visita que Claus hace a la casa de Matilde, sólo está la madre de la niña,  y su hermano menor, Joel, el cual está postrado en cama. La madre acepta resignadamente la presencia de Claus en la casa, y deja que los niños vayan aparte, para comenzar con las lecturas.
La primera lectura (La cual siguen con mucha atención Matilde y Joel) es  un cuento sobre un niño que se hace amigo de un ángel, que es mostrada como una serie de figuras estáticas, al estilo de las películas antiguas de Disney. Al final del relato, los dos niños quedan encantados con la historia; Claus le regala el libro a la pequeña Matilde, para que cuando por fin aprenda a leer, pueda leérselo a Joel cada noche.
Antes de que se vaya, Matilde pregunta a Claus si los ángeles existen, y Claus le responde que sí, y que está completamente seguro de ello. Antes de que se vaya de la casa, la niña le abraza, y le da gracias por todo lo que ha hecho por ella y por Joel. Claus no responde esta vez, pero sonríe a la niña. Al momento en el que se despiden, promete volver mañana.
Pasan los días y Claus sigue yendo a casa de su nueva (Y única) amiga, aunque sigue manteniéndolo en secreto. Por fin, al cabo de unos meses, blancos copos de nieve comienzan a caer sobre la ciudad. La navidad está a punto de celebrarse en la ciudad. Pero para Matilde, está época no significa nada especial. A pesar de los esfuerzos realizados por ella y por su familia, el pequeño Joel no parece dar signos de mejora. Y en medio del frío y la indiferencia de las gentes, la pequeña niña sigue trabajando para reunir dinero para su hermano menor.
Por esta razón, Claus se propone a realizarse un regalo especial; luego de encontrar en la basura los restos de una bailarina de cuerda posada sobre una base de madera, se dedica todo el mes a repararla, usando las mismas herramientas que Albert usa para reparar los relojes. Tras unos cuantos fracasos, Claus consigue reparar al juguete. Entusiasmado por este primer éxito, el niño comienza a pintarla, para que luzca muy hermosa en el momento en el cual se lo entregue a su amiga.
Durante la Nochebuena, la familia de Matilde asiste a la Misa del Gallo. Claus se escapa de su casa para verla. Al término de la misa, consigue llevar a Matilde aparte y le entrega su obsequio. La niña queda entusiasmada por el hermoso regalo. En el momento en el cual la música de la bailarina suena, los dos niños escuchan el ruido de unas campanas, distantes. Pero las campanas de la iglesia permanecen inmóviles. Entonces, en lo más alto del Cielo, se escucha un coro de voces, entonando en voz alta una hermosa canción. Los dos niños miran hacia arriba; las estrellas parecen resplandecer con mucha más intensidad esa noche.
-¿Lo escuchas, Claus?- dice Matilde- Son los ángeles…Están cantando
-Sí…Yo también lo escucho- responde el niño, maravillado. Y aunque parece que solamente ellos dos son capaces de presenciar aquel milagro, los dos se sienten infinitamente felices, viéndose invadidos por una profunda paz interior. Las voces en el Cielo siguen cantando, acaso hablando del amor y bondad de Dios…Y sólo dos niños en todo el mundo son capaces de entender su mensaje.
Pero luego de aquel momento de infinita felicidad, deben volver a sus respectivas realidades en los días siguientes: Claus tiene que afrontar el enojo y la incomprensión de su padre adoptivo ante sus constantes desapariciones. Y Matilde se ha empeñado en seguir trabajando para reunir dinero para las medicinas de Joel. Sin embargo,  su preocupación le lleva a descuidar su propia salud. Una tarde, cuando  acude a una de sus habituales reuniones con Claus, Matilde no para de toser y está muy pálida. Cuando Claus apoya su mano sobre la frente de su amiga, descubre que tiene fiebre, por lo que decide llevarla hasta su casa. Aunque al principio la niña se niega, empeñada en intentar vender algo para reunir dinero, la niña está demasiado débil como para contradecir a Claus. Angustiado por lo que pudiera pasarle, Claus corre a toda prisa hasta la casa de Matilde. Una vez allí, es recibido por la angustiada madre, quien acuesta a la niña en su cama, y no puede evitar romper en llanto ante su difícil situación. Claus se queda junto a ella, velando el sueño de su amiga, y ayudando a la madre de Matilde. Esto le toma casi toda la tarde. Antes de irse, observa el lugar especial que Matilde ha dado entre sus cosas a la bailarina de cuerda que le regaló. Cuando la enfermedad de su amiga cede, y se queda profundamente dormida, Claus le da un beso en la frente, y ruega a Dios para que Matilde se mejore.
Cuando Claus regresa a su casa, se encuentra con Albert. Está enojado, tal como el niño lo esperaba. Primero le pregunta al niño porque volvió tan tarde, y ante las evasivas de este, termina perdiendo la paciencia y le da un golpe. Pero luego, para sorpresa de Claus, su padre adoptivo le abraza y le pide perdón. No sólo por el golpe, sino también por haberse mostrado distante e incomprensivo en más de una ocasión. Lamenta que Claus no pueda confiar en él. Sin embargo, también se siente responsable por ser el causante de esta desconfianza.
-Pude haber sido un mejor padre para ti, Claus- dice Albert, una vez las cosas se calman un poco.
Al ver a Albert así, el niño se compadece de él. Finalmente, decide decirle la verdad.
Claus: Papá… ¿Prometes no enojarte si te digo la verdad?
Claus va con Albert hasta la casa de Matilde. Con gran sorpresa, Albert descubre en la casa de la niña todas las cosas que supuestamente había perdido. Y por fin lo entiende todo.
Esta vez, por fin está en casa el padre de Matilde. Un hombre irascible y desconfiado, se enfada cuando Albert, movido por la compasión entrega algo de dinero a la madre de Matilde.
-Aquí no queremos su limosna.- dice, con rudeza.
Pero Albert le pone en su sitio.
-No me importa que usted lo quiere o no. Igual se la doy, porque su familia lo necesita más que yo. Usted decidirá si lo acepta o se deshace de él. No me importa ese dinero. Tampoco necesito que me dé las gracias. Simplemente era algo que debía hacer.
El padre de Matilde no sabe que responder. Claus estrecha la mano de Matilde, para calmarla. Parece como si temiera que su padre reaccionase de una mala manera. Pero eso no ocurre. Finalmente, el dinero queda sobre una mesa, y el padre de Matilde se queda sin decir nada.
De regreso a su casa, Claus abraza a Albert. Albert apoya su mano sobre su hombro.
Claus Wilhem:(narrando) Desde entonces ya no le guardé ningún secreto a mi padre adoptivo. Aquel gesto de bondad siempre estaría presente en mis recuerdos…(suspira) Sin embargo, el dinero por sí solo no basta…Y hay cosas que simplemente no pueden ser compradas…
Unos días más tarde, la madre de Matilde va a la tienda de relojes. Su rostro es el de una mujer que ha pasado por un gran sufrimiento, el de alguien que ha estado llorando.
-Necesito que vengas- dice la madre, a Claus. Claus se vuelve hacia su padre adoptivo. Este aprueba que vaya con la mujer. Mientras caminan a la casa, la señora cuenta, con profunda aflicción, que su hija Matilde está grave. Su fiebre se ha empeorado y ya no puede levantarse de su cama. Ella cuenta con que la visita de Claus la haga sentir mejor…
En la casa, algo ha cambiado. El padre ya no es el mismo hombre rudo de la noche anterior. Es solamente un hombre afligido por el dolor, al lado del lecho en donde está su hija. El pequeño Joel ha conseguido levantarse por fin de la cama, su salud ha mejorado, es como si hubiera cambiado roles con su hermana.
Los padres de Matilde y Joel dejan a Claus a solas con la niña. La reacción de Matilde es de alegría, si bien esta es muy débil, a causa de la fiebre. Luego de saludar a Claus y pedirle disculpas por todo lo ocurrido, le pide un último favor: Que vuelva a leerle el cuento sobre el niño y el ángel. Claus obedece, y mientras lee, los personajes del relato cobran vida alrededor de ellos dos. Matilde puede ver claramente a los ángeles, las nubes, el Cielo…Y también puede ver a Dios, y sentirlo cerca, a su lado.
Claus no puede seguir leyendo, sino que apoya su rostro sobre el regazo de su amiga. Ella le acaricia el pelo dulcemente.
Matilde: No estés triste…No me gusta que estés triste. Yo quiero que seas feliz. Prométeme, Claus  que vas a ser muy feliz…
Claus no responde. Entonces, reuniendo las fuerzas que le quedan, Matilde le dice:
-¿Te acuerdas, Claus, cuando, en Nochebuena, los ángeles cantaban en el Cielo celebrando el nacimiento de Dios? Los he vuelto a escuchar, hace poco. Me dijeron que todo estará bien, que no debo preocuparme. Porque cuidarán de ti, y no dejarán que te pase nada malo…Que tú serás muy feliz…Me sentí muy contenta e saber eso…Por favor, Claus, prométeme que serás feliz…
Claus promete ser feliz, aunque llora. Permanece abrazado a Matilde, mientras la niña le acaricia su cabello.
-Claus…Yo soy muy afortunada por tener un amigo tan bueno como tú.
En los días siguientes, Claus sigue yendo a casa de Matilde, esperando que se mejore. Un día, encuentra la puerta de la casa cerrada. Aunque llama varias veces, nadie le responde. El niño se sienta al lado de la puerta, y se queda esperando a que le abran. Entonces se queda dormido.
En su sueño, se imagina a sí mismo en medio de un campo cubierto de nieve. Claus ve a Matilde a cierta distancia de él, sonriéndole y saludándole con la mano. Claus corre hacia donde está ella, pero al llegar, sólo encuentra la bailarina de cuerda rota, que encontró tirada en la basura. Entonces despierta.
Los padres de Matilde y Joel vienen caminando hacia la casa. La madre apoya su rostro sobre el hombro de su esposo, mientras este le abraza, en silencio sin decir nada. Joel llora. Claus corre hacia ellos, Les pregunta por Matilde. Pero nadie le responde. Entonces, sin que nadie le diga nada, se da cuenta de la verdad.
En las siguientes escenas, asistimos al funeral de la pequeña, en las afueras de la ciudad, mientras se escucha “Pavane pour une infante defunte” de Ravel. Al regresar a casa, Claus permanece echado en su cama. Albert permanece junto a él, dándole su apoyo y sus palabras de consuelo. Pero Claus no puede oírlas.
Unas semanas después, Claus hace una última visita a la familia de Matilde. La madre, ya repuesta de su dolor (aunque no del todo) le agradece gentilmente al niño por toda su ayuda. Le dice, que gracias a él, su hija fue, aunque por muy poco tiempo, verdaderamente feliz. Joel corre hacia ellos, riendo y jugando. Ya estás completamente recuperado.
-Es extraño…Desde que mi hija enfermó, Joel ha comenzado a sanarse. Ahora está completamente recuperado. Sé que te parecerá extraño, pero…Hay veces en las cuales yo siento que ella dio su vida por la de su hermano menor…
Claus se queda pensativo luego de oír estas palabras. La madre de Matilde le cuenta al niño que su esposo ha conseguido un nuevo trabajo…El mismo que obliga a la familia a mudarse lejos de la ciudad. La madre de Matilde confiesa a Claus que todo en su casa le recuerda a su hija, haciendo que vuelvan a ella los más dolorosos recuerdos. Por ello, aquel nuevo trabajo, es, cuando menos, una posibilidad para la familia para seguir adelante y dejar el pasado atrás.
Antes de que Claus deje la casa, la madre le entrega algo envuelto en un trozo de periódico. Es la bailarina de cuerda que Claus regaló a Matilde.
-Ella me pidió que te lo diera…Fueron las últimas palabras que me dijo.
Claus sale a la calle, llevando la pequeña bailarina de cuerda en su mano. Cuando llega a su casa, la pone sobre su cama, y la hace bailar. Gruesas lágrimas recorren su rostro cuando escucha la nostálgica melodía de la bailarina de cuerda. Esa es la misma bailarina que el señor Claus Wilhem tiene en sus manos en el presente.
-No quiso quedarse con nada para sí…Hasta el último momento...Hasta el último momento ella actuó con la mayor generosidad…
Daniel Wright mira al señor Wilhem con tristeza. Apoya su mano sobre el hombro del anciano.
Daniel: Si usted desea…Podemos dejar la historia en este punto...
Claus: No. Te prometí contarte toda la historia…
Pasaron los días. Claus volvió a su rutina, si bien asumió una actitud indiferente hacia los otros. Sin altas, ni bajas. Los días fueron grises, aburridos. A veces, simplemente tristes, sin ninguna razón en especial. Entonces algo pasó.
Claus estaba solo, vagabundeando cerca de la calle en donde solía estar la casa de Matilde, ahora abandonada. Era un día de fiesta: Todas las familias, desde las más pobres hasta las más adineradas, se encontraban celebrando en diferentes lugares de esparcimiento…Era Navidad una vez más. El año había pasado y el pequeño Claus no se había dado cuenta. Entonces, cerca de la medianoche, volvió a escuchar una vez más, a la distancia, la canción de los ángeles, llamándole, invitándole a sentir alegría nuevamente, a sonreírle a la vida, luego de la pérdida de su tan querida amiga.
Guiado por una extraña intuición, el niño corre hasta una dirección en donde parece provenir la música celestial…Conforme se va acercando la oye, con más intensidad y belleza que antes. Claus deja de correr. Cierra sus ojos…Simplemente escucha, escucha con los oídos y con el corazón…Casi puede sentir a los ángeles a su lado. Y con ellos, también está Matilde…
La visión de Claus se interrumpe al momento en el cual el niño oye la voz de alguien que tose. Claus se vuelve: En un solitario rincón, está un niño pequeño, sentado junto a una cesta de fósforos y pan. Está descalzo, tiembla de frío y su expresión es de la más absoluta desolación y desamparo.
Claus se acerca al niño. Con un gesto, el niño le pide que por favor le compre una de las cosas que lleva en la cesta.
-No hace falta- dice Claus, sonriéndole al niño, al cual ayuda levantarse y abraza. Y en un arrebato, el entrega su abrigo y sus zapatos al niño pequeño, el cual recibe los regalos, feliz, aunque desconcertado.
-Quédatelos. Son tuyos. No te preocupes por mí. Yo no los necesito.
El niño está fuera de sí a causa de la alegría, y agradece a Claus una y otra vez.
Claus ríe, invadido por una extraña y profunda alegría. Hace frío, pero Claus es incapaz de sentirlo, porque aquellas voces celestiales suenan una y otra vez en su cabeza, dándole ánimo y esperanza.
Cuando regresa a su casa, Albert se lleva un buen susto, de ver al niño sin sus zapatos y su abrigo. El niño no sabe que responder. Tiene fiebre y síntomas de resfrío, pero al niño no parece importarle. Le dice a su padre adoptivo, cuando lo acuesta en su cama, que todo estará bien.
-Me pasé una semana entera en cama…- Cuenta el señor Wilhem en el presente. – Pobre Albert…Por mi culpa pasó varios días sin dormir.  Primero creyó que me habían robado…Luego que estaba mal de la cabeza. Finalmente…Finalmente se enteró e lo que había pasado realmente, sin que yo se lo dijera. Simplemente lo dedujo, o lo adivinó, nunca lo sabré con certeza. Pero no me hizo ninguna pregunta en cuanto me recuperé…
Desde entonces, ya no hubo más soledad, ni tristeza para Claus. Aquella noche fue para él algo semejante a un momento de revelación, en el cual se dio cuenta que debía seguir adelante. Los recuerdos no debían ser una carga, sino una fuerza que le ayudase a continuar.
Recién entonces Claus pudo tener amigos en su escuela, y portarse como un niño común y corriente. Cuando creció, empezó a trabajar en la tienda, puesto que Albert era ya muy anciano. Su labor con los relojes fue mejorando con los años. Los relojes hechos por Claus tenían un aspecto encantador, semejante al de los juguetes. Y en esto residía su atractivo para las gentes. Con los años, Claus reunió suficiente dinero para comprar una casa en las afueras de la ciudad, en el campo. Claus llevó allí a Albert, a fin de que pasase una vejez tranquila. Pero Claus tenía otra razón adicional: Cerca de ese nuevo hogar, había un camino, el cual conducía al cementerio en donde estaba enterrada Matilde. Claus la visitó todos los días. Incluso (con el permiso del guardián del cementerio) sembró un pequeño jardín alegrando un poco el desolado aspecto de la tumba de su amiga. Con el paso de los años, el jardín creció y creció, hasta rodear todas las tumbas del cementerio. Claus se hizo amigo del guardián y de su hijo.
Un tiempo después, acaso presintiendo su final, Albert, muy anciano aconseja a Claus no volver a la ciudad, ni tampoco a la tienda. Le aconseja viajar mucho, hacer amigos nuevos, dedicarse a lo que realmente le guste. También le recomienda enamorarse y tener una familia.
-Yo ya perdí mi oportunidad hace muchos años. Que no te pase a ti, Claus. No te ancles en ningún sitio, ni te aferres a ningún lugar al que no pertenezcas…
Claus piensa en las palabras de su padre adoptivo, y recuerda la promesa que le hizo a Matilde. Cuando Albert muere, es enterrado en el mismo cementerio en donde está Matilde y los padres de Claus.
Unas semanas después, siguiendo el consejo de Albert, abandona su nuevo hogar. Se despide del guardián del cementerio y de su hijo, quienes le prometen cuidar su jardín mientras esté ausente. Claus se despide de ellos. Mientras se aleja, vuelve el rostro por última vez a la ciudad. Duda unos instantes, pero finalmente sigue adelante.
Claus Wilhem viajó mucho; no hubo ningún rincón del mundo que dejase sin conocer. En cada lugar hizo nuevos amigos y tuvo una casa y un trabajo diferente. Pero no encontró nunca el hogar ni la familia que Albert hubiera querido para su hijo adoptivo.
Claus Wilhem viajó mucho…Hasta que finalmente decidió volver a la ciudad. Pero en el camino, hizo una pequeña escala en un pequeño pueblo, el cual resultó ser en el que se quedaría a vivir por el resto de su vida. La razón fue porque la misma noche en la cual pensaba partir, oyó, por primera vez, en mucho tiempo la canción de los ángeles, en los cielos. Y él asumió que debía quedarse allí.
Las misteriosas ausencias del señor Wilhem durante las vísperas de Navidad se debían a que; aprovechando la cercanía, el anciano iba hasta el viejo cementerio a cuidar del hermoso jardín que rodeaba la tumba de sus seres queridos.
Un nuevo guardián cuida el cementerio ahora; el viejo guardián y su hijo murieron hace poco, y estaban enterrados en el cementerio. Claus sembró nuevas flores para sus dos amigos.
Cuando regresó, se encontró con Daniel, y la sorpresa le había sobresaltado. Pero la verdadera causa de su sobresalto (y Claus no se lo dice a Daniel) es que esa noche, junto a la entrada de su tienda vio a la pequeña Matilde, vestida con un traje blanco, y sonriéndole, tal como lo había hecho hace muchos años atrás.
-Lamento haberle asustado…- se disculpa Daniel.
-No importa- Dice el señor Wilhem. Entonces mira al reloj.- ¡Pero mire la hora que es! Me temo que mi historia se extendió más allá de la cuenta. Ya es casi hora de almorzar.
-No se preocupe, señor Wilhem- dice Daniel amablemente- Más bien, estoy muy agradecido porque me la haya contado. Usted…Estará presente para la Misa de Nochebuena, ¿verdad?
-Como todos los años.
Daniel se despide del señor Wilhem. Mientras se va alejando de la tienda, parece un tanto desconcertado por el relato, como preguntándose que tanto es verdad y que tanto es fantasía. Los juguetes en el mostrador hacen música, y saltan, como saludándole.
Al verlos, Daniel decide que todo lo que el señor Wilhem le dijo era verdad.
Después de la misa de Nochebuena, hay una pequeña reunión entre las gentes del pueblo, quienes intercambian regalos. El señor Wilhem está presente, y les entrega regalos a los niños. Los hijos de Daniel Wright también los reciben. Sara, la menor, ha preparado un regalo para el señor Wilhem. Una muñeca de trapo, que representa un ángel. El anciano recibe el obsequio conmovido, y la niña le da un abrazo.
Al final de la noche, cada uno se va por su lado. Los últimos en dejar la iglesia son Daniel y su familia, quienes acompañan al señor Wilhem hasta su tienda. Los niños se despiden afectuosamente del anciano.
-Buenas noches. –dice Daniel
-¡Hasta mañana!- responde Claus Wilhem alegremente.
En la noche, Daniel tiene un extraño sueño: En su sueño se ve a sí mismo, yendo a la tienda del señor Wilhem. Los juguetes parecen darle la bienvenida al momento de tocar su música.
Daniel Wright entra en la tienda; su presencia es semejante a la de un fantasma, que entra sin ser visto.
Claus Wilhem está dormido en un sillón. En sus manos lleva la bailarina de cuerda y la muñeca que le regaló Sara. Afuera está nevando. A la distancia, se oye el ruido de las campanas de la iglesia. El brillo de las estrellas cobra mucha más intensidad que antes. Una de ellas incluso parece descender.
Una niña aparece al lado del señor Wilhem. Es Matilde, quien lleva un hermoso vestido blanco, el cual parece estar adornado con el resplandor de las estrellas. La niña despierta a Claus con un beso en la frente. El anciano está un poco desconcertado por la aparición, pero está feliz. Matilde habla con él como si el tiempo en el cual no se hubiesen visto hubiese muy corto…Como  si nunca se hubiese alejado de su lado.
Finalmente, le dice a Claus que ha llegado el tiempo de irse. La niña le pregunta a Claus si ha sido feliz.
-Sí, dice el anciano con una sonrisa. He sido muy feliz.
Matilde toma al señor Wilhem de la mano, y va con ella, convertido en un niño, con la misma edad que tenía cuando conoció a Matilde.
El escenario alrededor de ellos dos cambia; ahora los dos atraviesan una reja dorada que conduce a un hermosísimo jardín; las nubes están tan cercanas que uno siente que puede tocarlas…
Un grupo de niños con túnicas blancas salen a recibir a los dos niños; los abrazan y les reciben como si fueran amigos de toda la vida. Algunos tienen gatitos, perros o ratones con ellos…Una niña de pelo oscuro invita a Daniel a reunirse con ellos. Daniel se acerca tímidamente…y la niña le toma de la mano. Entonces, Daniel experimenta una fuerte emoción, en la que se mezclan la alegría y la tristeza…Todos sus recuerdos han vuelto cuando la niña tocó gentilmente su mano: Aquella niña es su madre, a quien no veía desde hace mucho. Ahora es un ángel, en el Cielo. Todos esos niños… Son personas a quien Claus Wilhem y Daniel alguna vez conocieron y murieron. Los amigos y compañeros, todos ellos se reúnen alrededor de los recién llegados.
-¿Por qué lloras?- pregunta la niña con algo de desconcierto.- ¿Estás bien?
-Sí- responde Daniel enjugándose una lágrima- Estoy muy feliz…
Unas trompetas suenan, y los niños se vuelven para recibir a otro de sus compañeros. Este es el niño a quien Claus le regaló sus zapatos y su abrigo. Viene montado en un burro y una aureola corona su cabeza. Saluda a Claus y luego a Daniel.
En el momento en el cual el niño estrecha la mano de Daniel Wright, le dice las siguientes palabras:
-Por favor, Daniel…Cuando vuelvas, no te olvides de lo que has visto…No lo guardes como un secreto ni lo desprecies pensando que no es más que un sueño. No dejes a nadie sin saber la inmensa alegría que mi Padre le tiene preparados a todos aquellos que tienen fe en Él.
Las estrellas se transforman en pequeños ángeles, los cuales hacen una ronda, y cantan alabanzas a Dios. Los niños y Daniel quedan encantados con aquel espectáculo maravilloso.
En ese momento, Daniel Wright despierta, en su cama, sacudido por las manitas de su hija Sara, quien le dice que el desayuno está servido y si no baja pronto, se va a enfriar. Flecha, el perro sigue a Daniel hasta el comedor, en donde la familia está reunida, comiendo. Mary y los niños se levantan de la mesa y le abrazan, deseándole una feliz navidad. Daniel besa a su esposa.
Daniel: ¿Alguna vez te dije lo mucho que te quiero? (Mary ríe encantada)
Luego de que los niños abren sus regalos, Daniel cuenta a los hijos y a su esposa su sueño. Ellos le escuchan con mucha atención. Al final, Mary le pregunta:
-¿Y qué piensas al respecto, querido?
-Pienso…Pienso que aunque solo hubiese sido un sueño…Vale la pena soñar algo tan hermoso. Y doy gracias a Dios por eso.
La gente en sus casas abre sus regalos, los niños reciben sus juguetes con emoción y alegría. En el pueblo reina un clima de paz y de dicha.
No obstante, cerca de las seis de la tarde, unos hombres llegan hasta la casa de  Daniel. Visten de negro, y su aspecto es triste y melancólico.  Con gran pesar, cuentan al intrigado Daniel que desde las cuatro, unos hombres habían intentado entrar a la tienda del señor Wilhem, para saludarle. Pero como nadie respondía, pese a los insistentes llamados a la puerta, los vecinos terminaron forzando la puerta de la tienda, preocupados por el señor Wilhem. Dentro de la tienda encontraron al señor Wilhem. Yacía muerto, sentado sobre el sofá como si durmiese. Y una dulce sonrisa adornaba su rostro, mientras que sus manos sostenían con fuerza la bailarina de cuerda y la muñeca regalada por Sara.
Los niños abrazan a su padre, mientras lloran, al recibir la noticia. En vano su padre intenta consolarles; el mismo es incapaz de contener las  lágrimas.
En la siguiente escena, se muestra el funeral de Claus Wilhem, ceremonia a la que asiste todo el pueblo. Cuando llega el turno de que Daniel hable, él dice que el señor Wilhem no ha abandonado el pueblo, porque su corazón permanece en ese lugar.
-El cuida a todos desde el Cielo. Al lado de Dios, al lado de sus ángeles. El cuida de todos nosotros y sigue presente en este lugar…
Ese mismo día, llega un gran grupo de gente, proveniente de diferentes ciudades. Viejos y jóvenes,  todos ellos preguntan por Claus Wilhem. Esto deja sorprendido a los habitantes del pueblo, quienes no saben que responderle a toda esa gente. Daniel decide decirles la verdad.  Entonces, el más viejo de todo el grupo se presenta: Es Joel, el hermano menor de Matilde. Cuando nacieron sus nietos, salió a recorrer el mundo en busca del hombre a quien su hermana había amado tanto, únicamente para darle las gracias. Mientras viajaba, acompañado por su familia y amigos, muchas otras personas se unieron a él, porque también deseaban agradecer a Claus Wilhem todo lo que había hecho por ellos.
Daniel sonríe. Toda la historia del señor Wilhem había sido cierta después de todo. El viejo Joel suspira.
-Pero ahora usted me dice que ha muerto…Y yo, sin haber tenido la oportunidad de devolverle todo el bien que hizo por mí.
-Y por nosotros, abuelo- dice un niño, en medio de la multitud.
-No se preocupe- dice Daniel. – El Señor sabe lo que hay en vuestros corazones. Y Él sabe que lazos de amor y amistad los unía al señor Wilhem. Y (Apoya la mano sobre su corazón) Estoy seguro que desde el Cielo, les da a todos ustedes las gracias.
No bien dice esas palabras, el Cielo se despeja, y una luz blanca ilumina la iglesia, mientras que en el Cielo se escuche un coro de voces celestiales. Todos miran hacia arriba, asombrados ante aquel milagro.
-¿Estaré soñando? ¿O acaso estoy loco?- pregunta el doctor Allan- Me parece oír en la parte más alta del Cielo las hermosas voces de unos niños…
-Tal vez estés loco Allan- responde su mejor, conmovida- Pero no estás soñando. Yo también oigo las voces.
-¡Yo también las oigo!- dice un niño.
-¡Y Yo!- dicen, en coro, los otros.
Flecha, el perro ladra alegremente. También oír la Canción de los ángeles.
-¡Papá, es cómo tú dijiste!- dice Sara- ¡El señor Wilhem nos da las gracias desde el Cielo!
-Así es Sara, así es…-Dice Daniel Wright, llorando de alegría, mientras todos miran al Cielo, llenos de Ilusión.
-Gracias-dice Daniel, mirando al Cielo, al ser abrazado por su familia.
Y en la parte más distante del cielo se oyen campanas, anunciando alegremente el Reino de Dios.

Notas del director:
·        El estilo de la animación es similar al de películas de Disney como “La Cenicienta” o “Blancanieves”
·        “Mille Cherubini in coro” se escucha cada vez que se menciona el coro celestial, especialmente al final.
·        “Merry go round life” se escucha cuando el señor Wilhem deja su hogar para irse a viajar por el mundo.
·        “Little wooden head” se escucha en diferentes partes de la película, pero especialmente en la primera parte.
·        Las escenas transcurren en el orden que son narradas.

14 comentarios:

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  2. Encantadora y Emocionante obra!.
    Un ambiente de fantasia complementan una lectura realmente connmovedora.
    Me ha gustado mucho, eso si no me la imagino como película de animación.

    Felicidades Alavaro, tus dos obras han sido geniales.

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  3. Bueno ahora sí la leí. ¡¡Éste es un buen desarrollo de la trama!! :D

    Bonita historia amigo, muy bien contada. Me mantuvo cautivo durante la lectura. Muy lindo. Emotiva y fantástica. Digna de la factoría de Disney, incluso con los estereotipos y clichés propios. Ojo, lo digo para bien, no para mal. Una peli animada hecha con el estilo clásico de dibujo de las grandes obras de Disney. Muy lindo.

    Bien construídos los personajes, la estructura narrativa, y te das el gusto de salirte del eje de la historia sin desconpaginar. Mucha categoría hay ahí ;)

    Saludos!

    PM

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  4. Por cierto, "Mi dulce Ana" y ahora ésta. ¡Sólida presentación en el Festival eh! ¡Te felicito!

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  5. Jo, que maravilla de obra. Lo digo en serio. Me ha encantado la historia, es un auténtico cuento infantil, lo mejor para las historias de animación. Si esta historia la escribieses como cuenta debería convertirse en un clásico. Aunque con el nombre del prota (Claus), empezaba a sospechar de otra historia.

    Aquí tenemos un segura nominada a Mejor Obra!

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  6. muy bonita y lagrimeante historia. Un buen desarrollo, grandes escenas y mucho sentimiento. Sin duda digna de la factoría disney en sus tiempos de auge.

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  7. Muy buena!!! Si todavia tengo un nudo en la garganta.
    Conmovedora y atrapante, felicitaciones por esta gran obra!!!

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  8. Muy digna de Dickens en su mejor forma!, amando como amo la animación me ha resultado sensacional, conmovedora y tan bien narrada que me fue imposible no largar un lagrimón que otro!, super emotiva y muy Disney en algunas escenas de esas que son imposibles no llorar. Magnífica! me encantaría verla realmente en pantalla grande.
    En cuanto a los cliché, es cierto que se los ve pero todo relato de este tipo los tiene, son hasta necesarios! me fascinó!

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  9. Emotiva y cautivadora de principio a fin. No se, pero como dicen mas arriba, como animacion nunca me la imagine, creo que yo en lo personal desearia ver una historia asi en accion real. Como sea, es una gran historia de espiritu, con todo y cosas cursis que para algunos incomodaria (a mi no) me gusto mucho la historia

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  10. Creo que la historia es sencilla, no simple, si no sencilla...Es admirable por su técnica, me la imagino con dibujos impecables y ese estilo clásico que dices de Disney es lo que necesitamos ver un poco más hoy en día( tantas producciones 3D en masa se ganan toda la admiración tecnológica y ya me estan hastiando, por diós!) Además de que vayamos a verte a vos como haces para conseguir y reparar esos viejos ordenadores, jeje.

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  11. Creo que soy la oveja negra del grupo. Los latinoamericanos tenéis fama de místicos... ¡y el cliché en este festival se cumple! jjj.
    Prefiero Mi dulce Ana y Amat: no acabo de conectar con una teletubilandia nevada que parece que ya he leído. Lástima que sea animada porque el personaje principal apunta a premio. Aún así, Alvaro se confirma como el niño grande del DB: es un gran director.

    Saludos!

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  12. Una obra tan sentimental y llena de tanta magia que uno se queda atrapado en la historia. Familiar y muy Disney... Felicidades Alvaro. Muestras tu versatilidad con dos asombrosas obras.

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  13. Una obra magica, me ha gustado mucho, pero estoy con mi compatriota Xavier Vidal. Demasiado religiosa. Disney nunca haria una pelicula tan religiosa como esta ni tan poco tan triste (Daos cuenta de que tiene tres funerales) Me encanta la influencia de Que bello es vivir en la obra.

    Amat era una de las tres obras que mas me gustaron del pasado directed by (No puedo elegir una jej) Y que en total compitas con 5 obras Alvaro es para felicitarte y darte un premio especial (Aviso a Jose para que se lo piense jeje)

    Saludos

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  14. Muchas gracias a todos por los comentarios :)
    Tengo que ponerme al día con todas las obras, hasta ahora he leído sólo cinco...
    ¡Muy buena suerte a todos los participantes, este Directed by promete mucho!

    Y Redna, gracias por notar la influencia de que "Bello es Vivir", esa película me inspiró a hacer esta obra

    ¡Saludos!

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